nuestra peregrinación por la tierra. Como Ella, estamos llamados a la plenitud de la vida, a la transformación total de nuestro ser. Todo esto es don y gracia en beneficio nuestro. La Asunción expresa así la victoria de Dios y la promesa de su gloria para nosotros: “Todo el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y yo lo resucitaré en el último día...”
En esta fiesta tan especial, necesitamos el rostro de la Madre que nos calma y serena. Ella no enseña a ser fuertes, valientes y generosos en la entrega de la vida, sin dejarnos atrapar por la incredulidad y la desesperanza.