-"Un santo que pisó las calles de la diócesis"-
12 de MARZO: SAN LUIS ORIONE
Los habitantes de la diócesis de Lomas de Zamora tenemos el honor que un santo como Don Orione recorriera nuestras calles, y fundara en Claypole el Pequeño Cottolengo Argentino. Es allí donde dijo: “Quien pisa este lugar está pisando tierra Santa".
Don Orione fue un sacerdote que dedicó su vida entera a amar y servir a Dios en los humildes, en los más pobres y desposeídos. "Sólo la caridad salvará al mundo" fue la convicción que marcó su vida; una caridad necesaria y urgente para "llenar los surcos que el odio y el egoísmo han abierto en la tierra". Esta certeza lo llevó a fundar la Pequeña Obra de la Divina Providencia (1903), congregación que se extendió en su Italia natal y en tierras de misión, entre ellas Argentina, que visitó por primera vez entre 1921 y 1922.
En 1934 regresó a nuestro país donde durante tres años desarrolló una incansable tarea apostólica y social, fundando el Pequeño Cottolengo Argentino en Claypole. El cariño recíproco entre el pueblo argentino y Don Orione se expresaba en innumerables gestos de bondad y solidaridad que él mismo se encargaba de traducir en obras para los niños, los jóvenes y los más débiles de nuestra patria.
"Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca sólo al culto de los fieles o quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social", decía Don Orione.
Hoy sus obras y su mensaje son una invitación a mirar la realidad para transformarla desde la caridad. Una caridad que se realiza no como paliativo asistencial, sino como promoción de justicia, de dignidad humana y de salvación integral del hombre y de la sociedad.
El Papa Juan Pablo II así lo definió. Fue Sacerdote de Cristo, total y alegremente, recorriendo Italia y América Latina, consagrando la propia vida a aquellos que más sufren, a causa de la adversidad, de la miseria, de la maldad humana. Basta recordar su poderosa presencia entre las víctimas del terremoto de Messina y de la Mársica. Durante aquella dura prueba, se vio entre las ruinas humeantes y entre las víctimas doloridas la heroica figura de Don Orione. Este humilde y pobre sacerdote, intrépido e incansable, se volvió testimonio vivo del amor de Dios. Él entra a formar parte de la larga fila de testigos que con su conducta manifestaron algo más que una solidaridad simplemente humana, endulzando el sudor amargo de la frente con palabras y hechos de liberación, redención y por lo tanto de segura esperanza.
ABEL BUSTO