viernes, 2 de noviembre de 2012

La Iglesia triunfante

2 de Noviembre Día de los fieles difuntos

La solemne conmemoración de todos los Fieles Difuntos se debe a San Odilón, cuarto abad del célebre monasterio benedictino de Cluny. Él fue quien la instituyó en 998, y mandó celebrarla en día como hoy. La influencia de aquella ilustre y poderosa Congregación hizo se adoptara bien pronto este uso en todo el orbe cristiano, y que este día fuese en algunas partes fiesta de guardar. En España, en Portugal y en América del Sur, que de ella dependían, Benedicto XIV, había concedido celebrar tres misas el 2 de noviembre, y Benedicto XV, el 10 de Agosto de 1915, autorizó lo mismo a todos los sacerdotes del mundo católico.
La Iglesia nos recuerda en una Epístola sacada de San Pablo, que los muertos resucitarán; y nos manda esperar porque en este día nos tornaremos a ver en el Señor. La Secuencia describe gráficamente el Juicio final en que los buenos serán separados por siempre de los malos.
El Ofertorio recuerda que S. Miguel es quien introduce las almas en el cielo, porque dicen las oraciones de la recomendación del alma, él es el Jefe de la milicia celestial, entre la cual se han de poner los hombres, ocupando los sitiales dejados vacíos por los ángeles malos, “Las almas del Purgatorio, declara el Concilio de Trento, son socorridas por los sufragios de los fieles, y señaladamente por el sacrificio del altar”. Y la razón es que, en la Santa Misa el sacerdote ofrece oficialmente a Dios el precio de las almas, la Sangre del Salvador. Jesús mismo, bajo las especies de pan y vino, que recuerdan al Padre el Sacrificio del Gólgota, ora para que se aplique su virtud expiadora a esas almas. La liturgia de los Difuntos es tal vez la más hermosa y más consoladora de todas. A diario, al fin de las Horas del Oficio divino, se encomiendan a la misericordia divina las almas todas de los Fieles Difuntos.
En la Misa, el sacerdote ofrece el Sacrificio por los vivos y los muertos (Súscipe), y en un Momento especial pide al Señor se acuerde de sus siervos y siervas que, habiendo muerto en Cristo, duermen ahora el sueño de la paz y les haga pasar al lugar de refrigerio, de luz y de paz. Asistamos en este día al Santo Sacrificio de la Misa, En él pide la Iglesia a Dios conceda a los difuntos, que no pueden valerse a sí mismos la remisión de todos sus pecados, y el eterno descanso. Visitemos los cementerios, en donde descansan sus cuerpos, hasta el día en que suene la trompeta, y resuciten para revestirse de la inmortalidad y alcanzar, por Jesucristo, la victoria sobre la muerte.
Fuente: aciprensa.com
enviado por Cristina Degrandi