jueves, 24 de noviembre de 2011

Generosidad:
….El deber sí; pero más aun la generosidad. La ley despierta la rebeldía, quita espontaneidad a la vida. Vivir es obedecer. El que rechaza las obligaciones se precipita a la muerte, pero el tema es como aceptar las obligaciones. ¿Por el imperio de la ley o por el camino de la generosidad? Solo el cumplimiento de la ley mataría a la familia (a la iglesia)…
Dios ha dejado a nuestra libertad, a nuestra generosidad la suerte de su obra. Para sacar a la ley divina su carácter penoso, es menester que se convierta en una obra de amor. Más allá de las obligaciones se abre el campo de la generosidad en que hacemos “no” lo que “tenemos” que hacer sino lo que “queremos” hacer.
Para que la ley sea menos pesada, no tenemos que quitarle algo, sino agregarle algo.
Esto parece contrario a la lógica… la suma de dos cosas no puede ser menor que cada una de ellas….
A pesar de la paradoja, el peso de las alas que lleva el pájaro, lo lleva también a él. Es un peso que ayuda a llevar al peso, un peso que en vez de aplastar levanta. Lo mismo sucede con la generosidad. La gente que regatea con sus obligaciones las hace más pesadas. En cambio hay muchos que encima de sus obligaciones han colocado sobre sus hombros toda su generosidad. Hacen mucho más que el frio deber. Agregan a sus compromisos comunes todas las obras que les inspira el amor. Caminan alegres donde los demás se arrastran y afirman que es hermoso servir a Dios. El generoso quita a la obligación su carácter áspero. El santo es el único que hace lo que quiere!!!.

En el mundo podemos distinguir dos clases de hombres:

A) Los que se quejan siempre
B) Los que no se quejan nunca

Y si miramos de cerca veremos que los que NO se quejan, viven alegres cumpliendo con generosidad mucho más de lo que les impone el deber.

Extraído de una charla del Padre “Juancho” dado a un grupo de parejas
Enviado por Caito Irurzun.