lunes, 18 de abril de 2011

Semana Santa

Jueves Santo:

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos. Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.
El Jueves Santo nos invita a pensar y a reflexionar, en la manera nueva como Dios quiere que vivamos, y Jesús nos lo enseña con su propia vida, él nos dice que nuestro Padre quiere que vivamos como hermanos, que no seamos egoístas, que aprendamos a ayudarnos unos a otros, que sirvamos a nuestros hermanos, porque en eso encontraremos la alegría, que sepamos compartir lo poco o mucho que tenemos, que no pensemos nada más en nosotros, sino que recordemos que a los ojos de Dios todos valemos lo mismo, en el reino de Dios no hay privilegios ni clases, porque el sueño de Dios es que lleguemos a ser una familia, la familia de los hijos amados de Dios. “les he dado ejemplo, para lo que yo he hecho con vosotros, también vosotros los hagáis”.

Viernes Santo

La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo Amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.
Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia él la mirada.
En este día Jesús nos enseña a vivir nuestra fe y nuestra confianza en Dios, atravesando el camino del dolor y del sufrimiento. Nuestra fe y nuestro seguimiento a Jesús, no nos exenta del dolor y del sufrimiento, sino que nos da fuerza y esperanza en medio de la noche del dolor, el dolor solo es posible vencerlo y superarlo cuando lo aceptamos y los asumimos en la fe y en la esperanza en Dios, que nos conforta y nos consuela en todo momento.

Sábado Santo

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección. Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.
El Sábado Santo. En este día Jesús nos enseña a esperar contra toda esperanza, a saber confiar en Dios, aún en su silencio. Porque el silencio de Dios es el espacio existencial donde Dios nos deja en libertad para que nos realicemos. Dios guarda silencio no porque no tenga que decirnos, sino porque todo está dicho ya en su Hijos Jesucristo. Saber esperar, saber descubrir a Dios aún en su silencio, esa es la verdadera fe. “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores” (Is 52, 53).
Es un día de meditación y silencio. Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes Santo. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.
La Cruz sigue entronizada. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad. En este día Jesús nos enseña a esperar contra toda esperanza, a saber confiar en Dios, aún en su silencio. “Esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón Pascual).

Domingo de Pascua de Resurrección

El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.
Este día es el gran acontecimiento, es el día de la luz, el día de la renovación del género humano, el día de la vida, el día de la victoria de Dios y de su Hijo, y de su Reino. Dios nos vuelve a hablar, rompe su silencio, nos vuelve a decir que nos ama con amor eterno, que su amor es para todos, que su amor es para siempre, que él está vivo y vive para siempre, y que nada nos puede apartar de su amor. “No busqueis ente los muertos al que está vivo no está aquí, ¡ha resucitado!”.
Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que anteriormente fue flagelado, abofeteado, ensuciado con salivazos, con tanta inhumana crueldad?
Este es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada. Nuestra fe católica es excelsa y en ella se encuentran los medios necesarios para conocer a Dios y alcanzar la salvación, conócela más, profundízala y sobre todo practícala, y te darás cuenta que has encontrado un tesoro inmenso, el tesoro de la fe.

¡Felices Pascuas de Resurrección 2011!

Padre José Antonio Medina, Diócesis Avellaneda – Lanús

Enviado por ABEL BUSTO