martes, 25 de enero de 2011

25 de enero: Conversión de San Pablo

En muchos casos, nuestro conocimiento de la Sagrada Escritura es deficitario –por lo menos es el mío-. Así nuestra fe es poco alimentada, y, por lo tanto frágil. Es necesario que nos metamos cada vez más en ella. Conocer cómo fue escrita y por quién. Reconocer sus destinatarios y los problemas que vivían, sirve para interpretar mejor los textos y así los asimilaremos mas fructuosamente.
Es el caso de las Cartas del Patrono del Movimiento de Cursillos: San Pablo. Conocer su vida e  introducirse en la lectura de ellas, es un aporte válido y valioso para consolidar un compromiso cristiano enraizado en la Palabra de Dios.
Además, en libro de los Hechos de los Apóstoles en sus veinte últimos capítulos (9 a 28) habla casi exclusivamente de San Pablo. El autor de ese libro, San Lucas, el tercer Evangelista, fue discípulo y acompañante del Apóstol durante gran parte de su ministerio, está bien situado para hablarnos de su Maestro.
    Si exceptuamos la persona misma de nuestro Señor, cuya vida y enseñanza relatan ampliamente los cuatro Evangelios, no hay personaje bíblico que no sea mejor conocido que Pablo. Ello se debe a las Cartas Paulinas que nos ha legado, más lo que podemos leer en Hechos de los Apóstoles.
Es una de las figuras más fascinantes del Nuevo Testamento, después de tener su encuentro con Cristo queda absolutamente enamorado de El y se lanza al apostolado con pasión, sin tregua ni mengua.  Pablo ha experimentado la gratuidad del amor de Dios, ha descubierto que Dios nos ama no porque seamos buenos,  sino para que seamos buenos; es esa la fuente de gozo y seguridad para San Pablo. 
La fecha de su nacimiento –dice el R. P. López, profesor de Sagrada Escritura en el Seminario de Misiones Extranjeras, en París- puede establecerse con bastante fidelidad de manera aproximada gracias a dos indicaciones: en Los Hechos (7,58) en el momento del martirio de Esteban (en el año 36) San Lucas llama a San Pablo un “adolescente” (néanias), término griego que puede convenir a un hombre de treinta años; de hecho, cuando desde el fondo de su prisión romana, hacia el año 62, escribe su esquela a Filemón, Pablo se llamará un anciano (presbytés) (Filemón 9). Podemos pues ubicar el nacimiento de Pablo alrededor de cinco primeros años de la era Cristiana.
San Pablo (Saulo de Tarso) (“pequeño” en latín), israelita y ciudadano romano, fanático fariseo, de  la tribu judía de Benjamín, es de nacionalidad Hebrea y Romana, pues Tarso había ganado ese privilegio de ciudadanía romana, por haber residido allí Marco Antonio con su amante la reina Cleopatra (año 41 AC).
Vivió mucho tiempo en Tarso, ciudad fundada por fenicios, al pie del monte Tauro  y el río Cidno, capital de la provincia de Cilicia, Asia Menor. Hoy  pertenece a Turquía y sus habitantes son musulmanes.
Su profesión era tejedor de estera, soltero. Estudió en forma intensiva la Ley Hebrea, fue discípulo del famoso doctor de la ley: el Gran Rabbi Gamaliel. Su idioma era el Arameo y estudió muy bien el Griego como lengua culta. Tenía el título de “Rabbi” (Maestro). Y sus estudios los hizo en Jerusalén.
Fue perseguidor y exterminador de la “secta de cristianos”; “iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres a la cárcel.” Hech 8,3.
Su conversión de debió por “..una luz que venía del cielo...y una voz que decía: “Saulo, Saulo ¿porqué me persigues?” ¿Quién eres? “Yo soy Jesús, a quién tú persigues” “Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco” Hech 9,3/8. Después estuvo  “Tres días sin ver, sin comer ni beber” Hech 9,9.
Así se encontró con Jesús y con él mismo, Fue su  cursillo. Su clausura se pudo haber realizado en la  “calle Recta, casa de Judas, Damasco” Hech 9,11, cuando  “Ananías le impuso las manos y le dijo: Saulo, hermano mío, el Señor Jesús me envió para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu  Santo. Recobró la vista, se levantó y fue bautizado.” Hech 9, 17 - 19
    Para Pablo (Saulo) –como buen cursillista- hubo un “ANTES Y UN DESPUÉS” de aquel encuentro con JESÚS RESUCITADO, que cambió su vida. En el camino a Damasco se cruzó con el Señor y el fanático fariseo se transformó en:
• APÓSTOL igual que los Doce,     Hech 9, 1-19.
• TESTIGO  de la resurrección del Señor y de su Gloria,  Hech 22, 4-16, y
• PROFETA de su Evangelio a todos los pueblos, en especial a los “gentiles.” Hech 26, 9-18.
Fue un largo, lento y doloroso proceso de reflexión, oración y meditación de la Palabra, lo que llevó a Pablo a través de su “RODAJE”, a descubrir el plan que Dios tenía para él. Tardó doce años, desde su bautismo hasta su primer viaje, con lo que da comienzo a una nueva etapa, que podría llamar de su “apostolado organizado en equipo”.
Pidamos al Señor nos conceda la misma pasión que San Pablo sintió por Jesucristo y por la salvación de las almas; para que también cada uno de nosotros nos gastemos y desgastemos hasta ver que todos le conozcan, le amen y le sigan.

Fuentes: “NUEVO TESTAMENTO”; “SAN PABLO, APÓSTOL”, de R. P. Lobez; M.C.C., “ESCUELA VIRTUAL DE DIRIGENTES  DE CURSILLOS”; “SAN PABLO, VISTO CON OJOS DE COLORES”, de Angel Burguener.
Abel Busto